Una noche, en medio del campo, en el cruce de dos caminitos de hormiga, se encontraron el grillo y la cigarra. Se miraron con desprecio, pero como justo tenían que pasar uno al lado del otro, no tuvieron más remedio que saludarse.
-Buen día, señora. –dijo el grillo con sonrisa forzada.
-Señor –respondió la cigarra con la boca fruncida como si estuviera comiendo algo desagradable.
-¿Cómo está usted, señora Cigarra?
-Bien, muy bien. Muy ocupada, como se imaginara, no es fácil ser la mejor cantante del mundo. Siempre estoy muy ocupada –se vanaglorió la Cigarra.
-¡Ja! –Rió el grillo, que no se bancaba a la cigarra –si usted es la mejor cantante los sapos pueden volar. Todo el mundo sabe que acá el mejor cantante soy yo.
-Yo.
-Yo.
-Yo.
Y así siguieron un buen rato.
-La desafío, Señora Cigarra, a demostrar quien es el mejor cantante.
-Acepto, Señor Grillo. Se lo probaré.
Y la cigarra comenzó a cantar. Deseosa de demostrar su valía, frotaba sus alas con todas sus fuerzas. El silencio de la noche se quebró en mil pedazos. Chirriaba y chirriaba y los animales comenzaron a despertar.
-¿Qué pasa? –croó el sapo, muerto de sueño.
-¡Chist! –chistó la lechuza.
-¡A ver si se callan! –gritó un zorro – que me despiertan a las gallinas. El perro lo escuchó y empezó a ladrar. El gallo cantó, pensando que era de día. Se armó un alboroto terrible, un batifondo que no se entendía nada. El granjero se despertó y pensando que había un ladrón, agarró la escopeta y disparó un tiro al aire.
Un BANG ensordecedor que hizo que todos los animales se callaran. Todos menos uno, el grillo se mataba de risa.
-¿Qué pasó señora Cigarra? ¿No era usted la mejor cantante del mundo? Mire el alboroto que armó.
La cigarra estaba roja de vergüenza.
-No es justo, yo nunca canto de noche. Lo desafío a usted a cantar mañana al mediodía, cuando canto yo –le gritó.
-Acepto –dijo el grillo, pensando que sería muy difícil hacerlo peor que la cigarra, muy seguro de su triunfo, pero se equivocaba.
En el mismo cruce de hormigas se encontraron al mediodía, justo cuando el sol no daba sombra.
-Cuando quiera empiece, Señor Grillo –gruñó la cigarra.
-Ahora mismo.
Y comenzó a cantar, sin embargo, su tímido cric cric se perdió en la agitación campestre. Las vacas mugían llamando a los terneros, el perro les ladraba a las ovejas, los pájaros cantaban. A lo lejos, se retumbaba el tractor del granjero cosechando el trigo. Por más que crickeaba y crickeaba, nadie lo oía. Ahora la que se mataba de risa era la cigarra.
-¿Qué pasa, Señor Grillo? ¿Tan buen cantante que es que nadie lo escucha?
Rojo por el esfuerza, el grillo le respondió –No es justo, yo nunca canto de día.
-¿Y cómo lo resolvemos, Señor Grillo? Usted no canta de día y yo no canto de noche.
-Entonces encontrémonos acá mismo al atardecer, que no es de día ni de noche.
-Me parece justo, señor. Es más traigamos un jurado y que ellos elijan al mejor.
-Hasta luego entonces, señora.
-Hasta luego, señor.
El sol caía en el mar verde de la pampa cuando se volvieron a encontrar. En el cruce, además de ellos, estaban un zorzal, una calandria y un sapo. Ellos serían el jurado. Alrededor, todos los animales del campo se habían reunido a presenciar el espectáculo. La noticia había corrido más rápido que un conejo perseguido por un zorro.
Un breve momento de silencio y la cigarra empezó a cantar.
-¡Rrrriiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Rrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
-¡Rrrriii! ¡Rrriii! ¡Rrriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
Mucho ritmo tenía la cigarra, al ratito ya estaba el conejo siguiéndolo con el pie. Un tambor era el golpe de la pierna trasera del conejo contra el suelo.
-¡Rrriiiii! ¡Rrriiii! ¡Rrrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiii! –la cigarra.
-¡Pom! ¡Pom! ¡Pom! – el conejo.
El sapo no se aguantó y se sumó.
-¡Rrriiiii! ¡Rrriiii! ¡Rrrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiii! –la cigarra.
-¡Pom! ¡Pom! ¡Pom! – el conejo.
-¡Croaqueck! ¡Croaqueck! ¡Croaqueck! –el sapo.
Esto no puede quedar así pensó el grillo y crickeo un contrapunto con la cigarra.
-¡Rrriiiii! ¡Cric! ¡Rrriiii! ¡Cric! ¡Rrrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Cric! ¡Cric! –la cigarra y el grillo.
-¡Pom! ¡Pom! ¡Pom! – el conejo.
-¡Croaqueck! ¡Croaqueck! ¡Croaqueck! –el sapo.
El perro aulló y el zorzal y la calandria rompieron a cantar, trazando firuletes de trinos y silbidos. El gallo kikirikiaba los estribillos. La vaca mugía los graves. Cada uno de los animales coreaba a su manera. El granjero sacó a bailar a la granjera.
Hasta que la luna subió desde el mar ahora oscuro de la pampa trayendo el sueño. Uno a uno, los animales se fueron yendo a dormir. El grillos crickeó los acordes finales. El campo quedó en silencio.
La señora cigarra y el señor grillo se hicieron muy amigos, y ni siquiera le preguntaron al jurado quien había ganado.
Muy Bueno...Felicitaciones!!! Laura Faruelo
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