Cuentos y cuentitos, historias, anécdotas, pensamientos inarticulados, leyendas, rimas, coplas, novelas o sagas. Vivimos narrando y viviendo narramos. La escritura es sacarle una foto a ese flujo inasible de relatos que nos atraviesa todo el tiempo.

lunes, 27 de febrero de 2012

Historia de amor entre un mago y una bruja





            El mago vivía en lo mas alto de una torre, para tener mas cerca el cielo, donde buscaba en las estrellas nuevas palabras de poder. Pasaba los días en una enorme biblioteca donde buscaba viejas palabras de saber. Todos los días un criado subía una magra comida enviada por algún señor al que hubiera favorecido con un hechizo.

            La bruja vivía en una choza en las afueras del pueblo, buscaba en la tierra, las plantas. En las plantas, los animales. En los animales, a la gente. Y en la gente, las almas y los corazones. Comía lo que la tierra le daba o lo que le daban los aldeanos. Pasaba sus días en el mercado charlando con la gente, o en los sembrados o en el bosque. Más que pociones y embrujos daba consejos. Sus pociones de amor eran famosas porque no fallaban nunca, solo se las vendía a aquellos que ya estaban enamorados entre si en secreto. Como quería ayudar a la gente, curaba los animales. Mas afamadas que sus pociones de amor eran sus recetas de cocina. Para la feria anual venia gente de otros pueblos a probar sus exquisiteces y más de un aldeano juraba haber visto a señores disfrazados degustando en el puesto de la Bruja.
            Un día, el Mago estaba buscando en un espejo señales del futuro. En el mismo momento, la Bruja estaba viendo en el rio recuerdos del pasado. Los hechizos se confundieron y mezclaron y quedaron mirándose el uno al otro. El mago rompió el espejo contra la pared, frustrado. La Bruja se quedó mirando el rio hasta que el reflejo de la luna borró la cara del Mago.

            Al día siguiente, el Mago estaba asomado a la ventana de su torre, buscando palabras de poder para el Duque del Este, que destruyeran los muros del castillo del Conde del Sur y palabras de poder para el Conde del Sur que hicieran crecer murallas instantáneamente, cuando vio que todas las vacas que estaban en el campo de pastoreo actuaban raro. El mugido llegaba hasta lo alto de la torre. Interesado miró hacia abajo. Las vacas se habían colocado formando un corazón, dentro, varias ovejas formaban “B & M”. Enojado por la interrupción el Mago cerró la ventana de una vez y para siempre. Cuando unos días mas tarde el criado le trajo una carta que informaba que los hechizos habían salido mal y que el Duque del Este había destruido sus propias murallas y que los muros del Conde del Sur eran tan altos que no podía salir de su castillo se enojó tanto que maldijo a las vacas. Una semana le llevó a la Bruja convencerlas de que volvieran a dar leche.
            Otro día estaba ensimismado en la lectura de un antiguo manuscrito cuando un olor celestial lo sacó de su ensimismamiento. En la bandeja del criado había una fuente llena de manjares como el Mago nunca había probado. El Mago quiso saber de qué señor provenía semejante manjar. Cuando el criado bajo los ojos confirmó las sospechas del Mago. El Mago le tiró la fuente por la cabeza. -Nunca mas me traigas porquerías de Bruja-le gritó.
            El mago comenzaba a sospechar que el haber roto el espejo le había traído mala suerte. –No seas imbécil- se dijo-lo único que falta es que empieces a creer en supersticiones como cualquier palurdo de pueblo- y se fue a mirar el cielo por su telescopio. Miró y re miró el lente, una constelación nueva había aparecido, formaba la silueta de un mago y una bruja. “Nadie tiene tanto poder como para mover las estrellas” pensó. Subió a la terraza a revisar el telescopio. Arriba del lente volaban cientos de luciérnagas, como estrellas caídas. Las ahuyentó con la mano. Al mirar alrededor, con ayuda de la luna llena, vio piedras de formas raras, piedras iridiscentes, plumas de aves de todas formas y colores y sintió un aroma de flores. Una enredadera se había prendido de la torre y había subido hasta rodear el muro. EL Mago convocó un viento que dejó la torre desnuda otra vez y se volvió a su cuarto.
            Las cosas continuaron, empezó a encontrar entre sus preciosos libros de magia, dibujos, de si mismo, de él y la Bruja, de animales o plantas. Y lo peor, poemas. Poemas donde la lluvia hablaba de amor. Poemas donde la luna hablaba de amor. Y poemas donde la tierra hablaba de amor. El Mago los quemaba, todos y cada uno. Como sospechaba del criado no le permitió entrar más a la torre. Todos los días tenía que bajar a buscar la bandeja con comida. Un día se dio cuenta que en la torre se habían formado unas ventanas con forma de corazón, todas daban a la choza de la Bruja. Terriblemente enojado hizo un hechizo de aislamiento, el más poderoso que conocía.
            Y ya no recibió mas nada, ni fue molestado de ninguna forma. Y ahora, que tenía tiempo para practicar sus palabras de poder, y leer sus libros de saber se pasaba todo el día tirado en su camastro, y en lugar de mirar las estrellas miraba las manchas de humedad del techo.

            Un día la puerta de la torre se abrió. El Mago atravesó el mercado, bajo el silencio y la mirada de todo el pueblo. Las orejas rojas, pero el porte erguido. Atravesó el pueblo y llegó al bosque donde los animales y las plantas y la tierra lo observaban. Y golpeó la puerta de la choza. Desde adentro se escuchó:
            -Pasá, te estaba esperando-

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