Cuentos y cuentitos, historias, anécdotas, pensamientos inarticulados, leyendas, rimas, coplas, novelas o sagas. Vivimos narrando y viviendo narramos. La escritura es sacarle una foto a ese flujo inasible de relatos que nos atraviesa todo el tiempo.

martes, 13 de marzo de 2012

Tropas


El orden en las filas era de una precisión milimétrica, los quinientos mil soldados reclutados desde todas las tierras de imperio formaban para el emperador. Desde lo alto de una torre construida para la ocasión, el Emperador veía impasible los distintos colores de las compañías y batallones. Las tropas livianas, la caballería, las tropas de choque, todas lucían sus uniformes relucientes, el brillo cegaba a mas de un kilómetro. El Emperador se volvió hacia su consejero militar, ignorando todos los demás servidores, desde el archicanciller al abanicador.
-Son inexpertos, en la batalla romperán filas y escaparan con los corazones en sus bocas, divídelos a la mitad y que luchen entre ellos. A muerte-
El consejero militar no se atrevió a sostenerle la mirada, hizo una profunda reverencia y ladró un par de órdenes.
Sin perder la formación, el ejército se dividió y ambas mitades retrocedieron. La mitad izquierda tomó posiciones cerca de una colina, la derecha formó un semicírculo. Al sonido de una trompeta cargaron una contra la otra.

Cuatro horas más tarde el viento disipó el polvo. El ejército de la izquierda había vencido.
-Ahora son soldados, mañana les pasare revista. Límpienlos, cúrenlos y aliméntenlos-

La nueva formación tenía un poco mas de ciento cincuenta mil soldados, que formaban dejando un poco mas de espacio entre si. Ya no empuñaban las armas como si fueran aperos de labranza sino como armas.
El Emperador movió la cabeza
-Siguen siendo inexpertos, entrarán en la batalla, pero flaquearán en su apogeo y huirán. Divídelos a la mitad y que luchen entre ellos-
La lucha duro más de seis horas. El ejército de la derecha había vencido esta vez.
-Ahora son veteranos. Mañana los veré-

El ejército soportaba impasible la lluvia torrencial. Cada uno de los treinta mil soldados empuñaba sus armas como si fueran instrumentos de muerte.
El Emperador asintió.
-Estos son soldados veteranos, soportarán una batalla, pero se rendirán durante un asedio o una marcha forzada-
El consejero militar lo miró con desesperación en los ojos, su voz tembló al dar las órdenes.
La batalla no tuvo vencedor, la caída de la noche obligó a llevar a los soldados a las barracas para que pudieran descansar para la revista del día siguiente.

Eran menos de mil los soldados. Pero empuñaban las armas como si fueran herramientas, como un artesano tomaría un formón o una anciana sus agujas o un músico su flauta. Sus ojos eran un espejo en el cual el otro ejército vería su propia muerte y huiría.
El Emperador dijo:
-Una batalla más y cada uno de ellos será un ejército invencible-
El consejero militar hizo un gesto con la cabeza. Pero esta vez el ejército, avanzó unido hacia la plataforma, mató al Emperador y a toda su comitiva y desapareció en el horizonte.

1 comentario:

  1. ¡Queremos más cuentos!
    Saludos!


    http://escriboencursiva.blogspot.com.ar/

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